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No es un artículo más, ni sus firmantes escriben desde donde deberían poder hacerlo. Llega a nuestra redacción proveniente de una cárcel española y la rubrican los cinco dirigentes de la izquierda abertzale que fueron enviados a prisión por Baltasar Garzón el pasado 16 de octubre. El artículo arranca recogiendo el testigo del «capital de denuncia, fuerza e ilusión que tomó las calles donostiarras» un día después, una ola popular que debe capitalizarse para abrir las puertas a otra fase política: «Una nueva fase dentro del proceso de liberación nacional que, indispensablemente -agregan-, necesita de nuevas estrategias, compromisos e instrumentos políticos».
La manifestación que inundó las calles de Donostia en respuesta a nuestra detención y encarcelamiento nos ha proporcionado una gran satisfacción, insuflando fuerza y moral a nuestras reflexiones y convicciones; vaya, pues, por delante, nuestro agradecimiento a las decenas de miles de personas que, bajo el lema «Askatasunaren alde. Eskubide guztiak guztientzako», respondieron masivamente a esta nueva actuación represiva del Estado.
Satisfacción al evaluar la enorme respuesta articulada tras la enésima intervención represiva contra sectores políticos independentistas. La ejemplar convocatoria realizada por la mayoría sindical, con ELA y LAB como tractores principales, ha vuelto a plasmar una foto social y política hace tiempo olvidada pero no por ello menos exigida y anhelada por la gran mayoría del espectro sociológico abertzale y progresista de nuestro pueblo.
Han sido muchas las operaciones político-judiciales, en clave de persecución política, que con detenciones, registros, incomunicación... han finalizado en imputaciones y encarcelamientos. Ese genocidio político se viene realizando con intervenciones periódicas plenas de arbitrariedad y discrecionalidad. Primero se sitúa el objetivo político y luego se consiguen/construyen los argumentos de imputación. Una noria de actuaciones que sorprenden a la sociedad vasca por unas acusaciones que, lejos de la realidad, sólo persiguen condicionar la situación en función de la estrategia del Estado para abordar la actual fase del proceso político.
Ahora, por fin, hemos llegado a un punto en el que, con una lectura política correcta en torno a las verdaderas intenciones políticas de la actuación represiva del Estado, la sociedad vasca ha reaccionado de forma masiva y esperanzadora. Esto es, sin los lastres que nos dejan las miradas o análisis retrospectivos, lo verdaderamente importante en este momento.
La sociedad vasca se ha despertado del letargo provocado por muchas inercias, errores e indefiniciones, con responsabilidades múltiples, que nadie debería/deberíamos rehuir. Ha demostrado su capacidad y potencialidad ante las actitudes arrogantes y políticamente impunes de las acciones de los poderes del Estado para con Euskal Herria. Y ese capital de denuncia, fuerza e ilusión que tomó las calles donostiarras no puede ni debe diluirse o ser flor de un día. Al contrario, frente a la persecución de las actividades políticas de un sector de la sociedad vasca, a las amenazas palpables de criminalización en cascada contra otros sectores políticos, sindicales y sociales, a la interminable vulneración de derechos civiles y políticos... la sociedad vasca tiene que dar continuidad y profundidad a un movimiento social expansivo e ideológicamente transversal en demanda de libertades democráticas; en exigencia de todos los derechos civiles y políticos para todos los ciudadanos de Euskal Herria.
Ante la estrategia del Estado por condicionar, con la represión y criminalización arbitrarias, el mapa político vasco y controlar la evolución del proceso en este tránsito entre dos ciclos políticos, el pueblo vasco tiene que responder con iniciativas múltiples y masivas por las libertades democráticas. En Donostia se comprobó que los mimbres y compromisos básicos son posibles y, sobre todo, que la ciudadanía abertzale y progresista demanda convergencias sociales que implementen o sean el estímulo colectivo que permita el desarrollo eficaz de la presión social.
Pero ese sector social reivindicativo no puede desarrollarse de forma aislada. Se ahogaría rápidamente y, otra vez, volveríamos a descapitalizar el valor y la potencialidad cuantitativa y cualitativa de la movilización que tanta ilusión ha generado. Por lo tanto, con la ola social surgida, es preciso abordar iniciativas globales y sectoriales que resquebrajen el actual bloqueo y abran las puertas a otra fase política. Es posible. Es necesario. Y, además, el pueblo vasco lo está demandando de manera urgente.
Una nueva fase, dentro del proceso de liberación nacional, que ha de tener como objetivo ganar un escenario democrático pivotado en el reconocimiento nacional de Euskal Herria y el respeto a la voluntad democrática de la ciudadanía, abriendo el cauce a una estrategia independentista. Fase y objetivos que, indispensablemente, necesitan de nuevas estrategias, compromisos e instrumentos políticos.
En esta fase del proceso de liberación, la Izquierda Abertzale debe liderar y compartir una estrategia cimentada exclusivamente en la adhesión popular; en la acumulación y activación de fuerzas sociales abertzales, soberanistas e independentistas por un cambio político y social. La estrategia eficaz que demanda el actual momento histórico sólo puede construirse sobre mayorías políticas y sociales democráticamente articuladas. Es decir, la sociedad vasca tiene que ser la protagonista, con su fuerza y organización, para, en un proceso democrático, avanzar hacia ese cambio político. No tenemos que esperar a nadie. No tenemos que estar condicionados por los que apuestan por el bloqueo para debilitar las variables sociopolíticas, culturales, simbólicas... de un proyecto nacional vasco definido y reforzado en la batalla contra el modelo constitucional-estatutario impuesto en la transición postfranquista.
La apuesta por un proceso democrático requiere de decisiones de perfil estratégico por parte de todos los agentes sociales y políticos, sin excepción, para vertebrar los mimbres de una nueva fase política. En este sentido, la modificación de los actuales parámetros de confrontación política, cuestión clave en el bloqueo existente, ha de ser una apuesta unilateral de la Izquierda Abertzale, la cual deberá complementarse con compromisos y acuerdos táctico-estratégicos entre los diferentes agentes políticos, sindicales y sociales.
Es desde la puesta en marcha del proceso democrático desde donde iremos avanzando y haciendo irreversible tanto el establecimiento de libertades democráticas -hoy negadas para adulterar la voluntad democrática del pueblo vasco- y la liberación de todos los presos políticos, como la definición y determinación -vía negociación política- de un acuerdo democrático que, respetando la voluntad de Euskal Heria, nos permita vertebrar política e institucionalmente el sujeto nacional vasco y avanzar hacia la independencia y el socialismo desde el respaldo democrático de la ciudadanía.
Y en esta estrategia de acumulación y activación progresista son indispensables instrumentos adaptados a las características de este pulso político. No estamos en una coyuntura de carácter resistencialista. No podemos especular con meros movimientos tácticos influidos por las trayectorias específicas de los diferentes agentes políticos y sociales. Hay que construir una ofensiva democrática para lograr poner los cimientos políticos -acuerdo democrático- de una estrategia independentista en una Europa en constante movimiento político.
En este sentido, el soberanismo e independentismo necesita converger en compromisos, propuestas e iniciativas de masas e, incluso, institucionales. Ese independentismo y soberanismo tiene que modificar las correlaciones de fuerzas en el tablero político y, como consecuencia, en las relaciones Euskal Herria/Estado, impulsando, de forma simultánea, un modelo económico y social que satisfaga las necesidades e intereses de la mayoría popular y trabajadora. Una tendencia convergente que tiene que incidir en el espacio político, sindical, social y cultural, tanto a nivel nacional como local.
Así pues, converger y sumar fuerzas para multiplicar efectos políticos y sociales. Sin miedos, con decisión y ambición. El camino recorrido ha sido muy importante. Hemos cubierto una etapa básica con la neutralización de los objetivos asimilacionistas del Estado español con el llamado Estado de las Autonomías. Ahora tenemos que articular las mayorías democráticas que determinen un nuevo marco político para Euskal Herria en la senda independentista. Ésa es la fase.
«Nueva fase, nuevas estrategias, nuevos instrumentos»; ésa ha de ser la apuesta, referencia y compromiso de la Izquierda Abertzale. El pueblo vasco espera atento y expectante. Todos debemos estar a la altura de ese anhelo colectivo. Sin tabúes y sin complejos. Aurrera!
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