Hay políticos a los que conviene escuchar con atención cuando dicen lo que no piensan hacer en el futuro, para así saber con plena seguridad lo que, sin duda, llevarán a cabo. Es el caso de los socios de gobierno en la Comunidad Autónoma Vasca que, tras repetir que no harían frentismo y que iban a ser el «Gobierno de todos los vascos», se dedican a españolear sistemáticamente, sea con el mapa del tiempo, la enseñanza en euskera, EITB, el discurso del Borbón... y, ahora, con algo tan esperpéntico como llevar al Parlamento autonómico un problema tan sentido por la ciudadanía y tan vital para la vida diaria, en estos tiempos de profunda crisis, como que la Vuelta a España dispute una etapa en nuestra tierra o que la selección española juegue en alguno de nuestros estadios.
Los que pregonan a los cuatro vientos que hay que dejarse de zarandajas que no interesan a la gente como el derecho a decidir de los vascos y que lo que hay que tratar es lo que realmente importa al personal, llevan al Parlamento dos cuestiones tan trascendentales como las dichas. Da igual que Euskal Herria no pueda contar con una selección en competiciones oficiales; lo que realmente importa es que «la Roja» y gualda pise tierra vasca para demostrar que esto es España. No tiene interés para el pueblo poder votar para decir si quiere ser vasco o español pero, en cambio, es muy importante conseguir por la vía de los hechos consumados dar la apariencia de que esto es España. Tampoco importa que la Vuelta a España sea una competición devaluada, que se disputa casi fuera de temporada y con una pobre participación en lo que a calidad se refiere. Ni que las pocas figuras de élite que compiten en ella sean las que no corren en otras carreras más escrupulosas en la no permisividad con el doping y que por su sospechosa trayectoria tienen cerradas las puertas en competiciones más serias. Todo da igual con tal de españolizar esta tierra irredenta.
De vuelta, y no a España, están también los arrantzales del «Alakrana». Tras la rocambolesca odisea, tan disparatadamente gestionada, llega la resaca y la oposición ha iniciado su asalto a la yugular del Gobierno, al que están poniendo de vuelta y media. Sorprendentemente, el que no está de vuelta es el «Alakrana» mismo, que se ha quedado en aguas del Índico, con la idea de seguir faenando (o jodiendo) en aquellas aguas que, dicen, están infestadas de piratas. Esas gentes se dedican a tales actividades porque han esquilmado sus mares y les han dejado sin posibilidad de ganarse el sustento. Es más que probable que, antes o después, el «Alakrana», el «Playa de Bakio» o cualquier otro, con la misma o diferente tripulación, sufran el mismo problema. Pero para eso ya han puesto en los barcos hombres armados hasta los dientes, para hacer frente a los que llaman bucaneros, aunque navegan en sus propias aguas. Y seguirán haciéndolo, porque ése es su mar y, además, ¡ellos si que están de vuelta de todo!
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