domingo, 23 de mayo de 2010

Conviene recordar que los cambios sociales preceden siempre a los cambios políticos


GARA. Habrá quien piense todavía que en nuestro país el cambio político que ansía la mayoría de la ciudadanía tarda mucho en llegar, que los pasos hacia un nuevo escenario democrático se dan con demasiada lentitud, que pensar tanto las cosas sólo sirve para que se marchite la esperanza y que es hora de dar un salto hacia adelante aunque se corra el riesgo de caer con mal pie. Este tipo de «ansiedad» no forma parte de la idiosincrasia vasca, ya que es una característica general de la sociedad occidental. Tampoco es seña de identidad del conjunto social, pero es cierto que en estos tiempos buena parte de la ciudadanía se identifica con ella, como lo es que otra parte observa con más calma esta evolución y considera que se tienen que producir movimientos firmes hacia delante, minimizando en lo posible el riesgo de volver a caer en errores del pasado.
No obstante, conviene no perder la perspectiva histórica a la hora de examinar el presente, irremediablemente cortoplacista, y de augurar cómo será el futuro, irremediablemente incierto. Por ello, tanto quienes se encuentran inmersos en la ansiedad como quienes transitan con relativa tranquilidad por el espacio político deberían coincidir en que, echando la vista atrás apenas tres o cuatro décadas, resulta difícil mantener esa idea de que «nada ha cambiado» en Euskal Herria. Lo que sucede es que, cuando son reflejo sólido de una sustancial transformación social, los cambios políticos no se producen de la noche a la mañana. Ni siquiera las revoluciones, que se conmemoran en una fecha precisa recogida en los libros de Historia y los calendarios oficiales, son producto de un cambio rápido. Pero esos cambios, revolucionarios o tranquilos, sólo llegan para quedarse cuando existe la suficiente base social para sostenerlos en pie durante generaciones.
También la historia de Euskal Herria está jalonada de fechas especialmente significativas y, evidentemente, sus páginas futuras seguirán subrayando unas jornadas por encima de otras, pero no son las citas en el calendario las que marcan el ritmo del cambio político, sino esa marea de fondo que están conformando decenas de miles y miles de ciudadanas y ciudadanos abertzales y progresistas. Sin este impulso social sería imposible componer fotografías tan plurales como las que se están registrando en las últimas semanas, a las que, por cierto, los medios de comunicación controlados por el unionismo español -incluido el grupo EITB- intentan, en vano, poner sordina.
El seísmo económico
En un contexto político marcado en Euskal Herria por el indiscutible avance del soberanismo -el auténtico objetivo contra el que se dirige la maquinaria represiva de los estados español y francés-, el seísmo provocado por la crisis económica global tiene que ser aprovechado por las fuerzas abertzales y progresistas para diseñar un marco político-social más justo y democrático. Sin una apuesta decidida por un nuevo modelo socio-económico será imposible afrontar ese reto. Ya ha quedado claro que aquellas frases grandilocuentes sobre «la refundación del capitalismo» o «la regulación efectiva de los mercados», o las más tímidas sobre «los brotes verdes», no eran más que cantos de sirena para mantener sedada a la ciudadanía mientras los ricos, los auténticamente ricos, se afanaban en escapar del desastre para recomponer cuanto antes su privilegiado espacio de impunidad. Lo que hay que conseguir es que esos mensajes se conviertan en el canto del cisne del actual modelo capitalista, basado en la explotación de la humanidad por una élite que ejerce el poder a través de la fuerza, entendida ésta en su sentido más amplio.
Por ello resultan especialmente peligrosos los nuevos discursos que algunos políticos vascos, secundados por asociaciones patronales y altos ejecutivos financieros, están lanzando a la sociedad para seguir adormeciendo conciencias. Esos discursos -que hablan de que «aquí no estamos tan mal», «aquí los impuestos son más progresivos», «aquí saldremos antes de la crisis»...- están prácticamente calcados de los que el Gobierno español trasladaba a la opinión pública hace apenas un año. Zapatero también presentó entonces al Estado español como la hormiga que había hecho sus deberes mientras las cigarras -prácticamente, el resto del mundo occidental- se dedicaban a hacer sonar sus alas; imploró para que le dejaran ocupar una silla en el G-20; alardeó de ser «la octava potencia económica mundial»; puso como modelo el sistema financiero español... y, cuando llegó la hora de pasar el examen final, se estrelló contra el muro de la realidad.
En Euskal Herria no podemos permitirnos mirarnos en espejos mágicos que distorsionan la realidad y reflejan una imagen comparativamente «mejor que la del otro». Hemos llegado a una encrucijada política y económica que sólo tiene dos opciones: quedarse anclados en un presente que se hunde o construir una rampa de lanzamiento que nos permita despegar hacia ese horizonte de justicia democrática que está reclamando la mayoría de la sociedad vasca.

0 comentarios:

Publicar un comentario

 

Crónica de Euskal Herria Copyright © 2009 Not Magazine 4 Column is Designed by Ipietoon Sponsored by Dezigntuts